Cara y Cruz de la anestesia epidural

CARA Y CRUZ DE LA ANESTESIA EPIDURAL EN EL PARTO

Indudablemente, en el último cambio de milenio, la Humanidad parece inclinarse, decididamente, por el hedonismo, pues el mayor deseo de las gentes es ricos y pobres, sabios e ignorantes, es ”pasarlo bien”, todo lo contrario de lo que ocurrió en el primer cambio de milenio, cuando nutridas procesiones de disciplinantes recorrían las calles de pueblos y ciudades, haciendo penitencia de sus pecados, antela inminencia del profetizado fin del Mundo, temiendo ir a parar al infierno.

Al principio del año 2000, todo el mundo piensa en vivir lo mejor posible y en gozar de la vida, alegremente sin más cortapisa que, en función de la conciencia de cada uno, de que el goce disfrutado no perjudique a otro semejante, aunque la verdad es que no todos los seres vivos son considerados como semejantes y los que no lo son, los “inferiores”, por cualquier causa, no suelen ser dignos de tener en cuenta, sobre todo aquellos que menos que se puedan defender.

El deseo de disfrutar va aparejado con el de suprimir o evitar el dolor, deseo natural y comprensible, sobre todo, si el dolor es evitable e innecesario, como ocurre con el dolor de parto. Cualesquiera que sean las causas de dolor, librarse del mismo es lógico, pero el remedio que al que se recurre, no es siempre el mismo, sino que varía según el dolor de que se trate, aunque, el cualquier caso, el agente que lo produce es el cerebro. El dolor es una llamada de atención para que se corrija, algo que no funciona o que funciona mal, en el organismo.

Ante cualquier clase de dolor, el facultativo investiga, cuidadosamente, cuál es la causa que lo produce, en qué parte del organismo existe la disfunción que el cerebro nos insta a subsanar.

Valiéndose de sus conocimientos profesionales y de los auxilios que la ciencia actual ofrece, además de los oportunos reconocimientos y toma de constantes, el médico recurre a análisis, radiografías, ecografías, biopsias, etc., para descubrir la causa de un determinado dolor. Solamente en caso de enfermedades desconocidas o incurables, se administran, en casos extremos, analgésicos y anestésicos.

Pero en lo que se refiere al “dolor de parto”, se ha decidido que es un dolor especial, un dolor que se produce “porque si”, pues achacarlo a castigo divino, alegando que lo dice así la Biblia, es un argumento obsoleto que no responde al carácter materialista y semiateo del Mundo moderno.

Acaso haya influido en la decisión de no investigar, a fondo, sobre los orígenes del dolor en el parto, el hecho de que tal dolor lo sufran sólo las mujeres y que el varón al estar completamente seguro de su inmunidad, investigar por qué duele el parto debió parecerle una pérdida de tiempo lamentable, teniendo a su alcance medios fulminantes para suprimirlo.

Yo creo que el dolor se desencadena, en el parto, por motivos, principalmente psicológicos, porque existe un reflejo condicionado, debido al cual, la mujer, cree, a pie juntillas, que el parto tiene que doler y eso es lo único que sabe de la función normal de reproducción vivípara.

El organismo opone siempre una resistencia al motivo que provoca el dolor, proporcionada a la intensidad del mismo y la resistencia al parto, la defensa, instintiva o voluntaria de la parturiente, magnifica y multiplica el dolor.

Creo que no está de más informar a las embarazadas de en qué consiste la anestesia epidural, de cómo obra, de sus ventajas y de sus inconvenientes, en vista de que la Sanidad Pública ha decidido aplicarla en todos los partos, de forma gratuita y lo único que la embarazada sabe de ella es que se trata de una droga maravillosa, una verdadera panacea que, inyectada en la parte debida, exactamente encima de una de las tres capas que envuelven la médula espinal, hace desaparecer, por completo, el dolor del parto, sin que la paciente pierda el conocimiento, lo cual es, indudablemente, una gran ventaja, pero como el saber no ocupa lugar, yo me voy a tomar la libertad de informar a las embarazadas sobre la anestesia epidural en el parto, voy a enumerar sus ventajas y sus inconvenientes, como la cara y la cruz de una moneda.


CARA.-

La mayor ventaja de la anestesia epidural es para la persona o personas que asistan, que realicen, el parto porque pueden disponer del cuerpo de la mujer tan quieta, tan inmóvil, tan insensible, como el trozo de mármol en el que Fidias esculpió la estatua de Zeus Olimpico. Se acabaron las discusiones entre matronas, monjas, enfermeras y las parturientes que no se resignaban a permanecer horas y horas en decúbito supino y se levantaban de la cama, sin permiso, pues además de que los partos duran ahora mucho menos, la anestesia epidural garantiza la perfecta inmovilidad y sumisión de la mujer.

Enseñar a una mujer a parir como deben hacerlo las personas es mucho más complicado y largo que anestesiarla y tiene la agravante de que el resultado es muy inseguro, pues depende de la embarazada, de su comprensión, de su autodisciplina, de su fuerza de voluntad, de su paciencia. En cambio la epidural no requiere más condición que la presencia de un anestesista, porque es lógico que personas ajenas a dicha profesión no se atrevan a improvisar, pero es de esperar que se llegue a disponer de suficientes anestesistas que garanticen el empleo correcto del anestésico en todos los partos. La anestesia epidural no pasa al feto, porque va por vía nerviosa y el sistema nervioso fetal es completamente independiente del materno

El anestésico obra poniendo un tope, una barrera, entre el útero y el cerebro, que impide que éste se entere de que el temido trabajo del parto está en marcha, las contracciones uterinas continuan produciéndose, pero el cerebro no lo sabe porque no le llegan, las sensaciones que, antes de la inyección le llegaban.

Supongo que en partos con anestesia epidural se tendrá debidamente asegurada la dinámica uterina, por los medios corrientemente empleados para ello, pero en lo que tengo mis dudas es, si en el período expulsivo, la prensa abdominal estará o no influida por el anestésico. Yo no he asistido, ni presenciado ningún parto con epidural, pero si me practicaron la cesárea con esta clase de anestésico y recuerdo que de cintura para abajo, mi cuerpo. era, no solamente insensible al dolor, sino también incapaz de sentir la menor sensación y de hacer ningún movimiento.

Con la anestesia epidural, la mujer permanece despierta y consciente, puede ver, oir y hablar, no siente dolor ni miedo, es como si no estuviera de parto porque la sensación de estarlo no llega al cerebro, pero es posible que tampoco llegue la falsa sensación de que el recto está repleto, transmitida al cerebro a través del delgado tabique rectovaginal, que es lo que pone el marcha la contracción de los músculos abdominales que tienen un papel importante en la expulsión fetal y me imagino que en este período final del parto, la mujer tendrá que ser ayudada, por lo menos, con la conocida y popular “expresión de Kristeller”.

El anestésico empleado se elimina espontáneamente, transcurrido un tiempo más o menos largo. según la cantidad de anestésico empleada y no hace falta ninguna recuperación ya que la mujer no llega, en ningún momrnto a perder el conocimiento.

Acaso la anestesia epidural sea el medio más inofensivo para luchar contra el dolor, sobre todo, contra el dolor de parto que se produce sin que haya enfermedad ni lesión, sino únicamente originado por el reflejo condicionado, la ignorancia, el miedo y la resistencia de la mujer.

También se puede incluir en el apartado CARA, que la dificultad en la colocación del catéter, posiblemente debida a que este sistema de anestesia es relativamente moderno y poco usado, desaparecerá enseguida, pues, debido a la decisión de aplicarla en todos los partos, los anestesistas alcanzarán en breve plazo, una práctica perfecta en su ejecución que hará imposible el más mínimo error.

CRUZ.-

Dado que el anestésico no pasa al organismo fetal, el feto sigue sintiendo el trauma del parto, más o menos agresivo, según la forma en que éste se desarrolle y los medios, más o menos artificiales, que se empleen para terminar el parto. Claro que lo que se persigue con la anestesia epidural es que a la parturiente no le duela y eso se consigue, plenamente, sin peligro para ella. En el feto no se piensa nunca, antes de nacer, es como si no existiera, además no se sabe seguro si la anestesia complica el parto, puede que si y puede que no, ni si en caso de tener que intervenir quirúrgicamente, es peor para el feto que el anestésico no llegue a él, pues no nos lo va a poder decir.

En el caso, bastante frecuente, de que sea necesaria una intervención quirúrgica, el feto la soportará “a lo vivo” porque el anestésico, por via epidural, no le llega y el feto es un ser humano indefenso y sensible.

La peor cruz de la anestesia epidural es que, como el cerebro de la parturiente no sabe que se está realizando el parto, a ella le será muy difícil, casi imposible, colaborar activa y conscientemente en la expulsión y siempre habrá que recurrir a medios artificiales, más o menos traumatizantes.

Dado que el período expulsivo, cuando, verdaderamente se ha llegado a él, por darse todas las condiciones que lo califican de tal, no sólo que la dilatación sea completa, sin el mínimo reborde, sino que la presentación sea sinclítica y que no haya desproporción pelvico/cefálica, es, francamente soportable, si no hay una resistencia encarnizada al mismo, por parte de la mujer, acaso valdría la pena sopesar si es, verdaderamente necesario suprimir esos ùltimos y ya pocos dolores a cambio de acaso, aumentar el sufrimiento fetal y correr el riesgo de tener que intervenir para terminar el parto, quirúrgicamente.

La embarazada tiene derecho a ser considerada como lo que es, una mujer adulta con una mente normal, en su sano juicio, capaz de discernir lo que quiere y lo que no quiere para ella y para su hijo. De igual modo que la maternidad es voluntaria, la forma de parir debería también serlo, previa una verdadera y juiciosa información de lo que es el parto y el papel de la embarazada en él.

No es razonable que a la mujer moderna se la juzgue apta para desempeñar cargos y puestos de gran responsabilidad y no para parir a su gusto, tarea que llevan a cabo, por sí mismas, todas las hembras vivíparas. Lo normal, lo democrático, lo civilizado, sería explicarle a la mujer lo qué es el parto y las opciones que tiene, actualmente, para parir y dejarla que elija, libremente, la que quiera, sabiendo que la mujer, no es una imbécil. ni una disminuida mental y no debe ser tratada como tal.

No se puede timar a una mujer contándole sólo parte de cosas en las que está debería tener el papel de protagonista, hay que decirle, honestamente, la verdad y dejadla disponer de su parto como, en la actualidad, puede disponer de su vida, sin engaño, ni falsas ilusiones, con conocimiento y responsabilidad de persona cabal y adulta y enterada.

CONSUELO RUIZ VÉLEZ FRÍAS

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